Después
de unos meses de mucho ajetreo, y con una cocina nueva, volvemos a la
carga con nuevas recetas. Aquí en el blog no se nota, pero soy una
loca de las croquetas. Están tan buenas, todas ellas. Me gustan los
sabores clásicos pero también me encantan los nuevos. Así que
cuando me lio a hacer, me decanto por estos últimos, los clásicos
se los dejo a mi madre y mi suegra.
Había
hecho ya croquetas de setas, y buscaba un sabor diferente y se me
ocurrió, añadirle a las setas, en este caso champiñones, un poco
de bacon, para darle ese punto diferente. Puedo decir que esta receta
es mía, hecha a base de recalcular la mezcla de harina y leche para
conseguir que la bechamel del relleno tenga esa textura perfecta de
cremosidad y relleno. No sé si lo he conseguido, pero creo que se
acerca mucho a lo que busco. Recetas como esta las encontrareis en
muchos blogs de cocina. Esta no de deja de ser una más, pero la mía.
Así
que, ¡ahí va!
Ingredientes
(para unas 70 croquetas)
650 g de champiñones
240-250 g bacon en tiras (usé dos
paquetitos del mercadona de estos que van unidos, de 120 g cada uno)
1 l de leche
140 g de harina
100 g de mantequilla
sal
nuez moscada
pimienta negra
Elaboración
Lo primero que hay que hacer es
limpiar los champiñones. Los pongo en agua y los enjuago un par de
veces, incluso lavando bien cada champiñón, si es necesario. No
soporto encontrar restos de arena en la comida. Los picamos
burdamente en trozos grandes si no es que los habéis comprado ya
laminados. Cogemos una cazuela, aquella donde vayamos a cocinar luego
el relleno de las croquetas, y echamos el bacon que ya se encuentra a
tiras, y lo salteamos un poco. No necesita aceite, porque el bacon ya
desprende grasa suficiente y a continuación echamos los champiñones.
A fuego fuerte dejamos que se cocinen y se evapore todo el agua que
suelten. Una vez el agua se haya evaporado rectificamos de sal y
dejamos que se cocinen un poco. A continuación lo pasamos todo por
la picadora y reservamos. Usamos la picadora y no la batidora porque
lo que queremos es que queden trocitos pequeños que podamos
encontrar luego en la croqueta.
En
la cazuela que hemos usado antes echaremos la mantequilla y la
cocinamos a fuego medio para que se vaya deshaciendo. Una vez
deshecha y bien caliente, apartamos la sartén del fuego o lo bajamos
al mínimo, y le echamos la harina previamente tamizada, removemos
bien y volvemos a poner al fuego (o lo subimos un poco).
Seguimos removiendo bien para que se cocine un poco la harina, y a
continuación y sin dejar de remover iremos añadiendo la leche que
previamente habremos calentado ligeramente. La añadiremos cazo a
cazo. Y seguiremos removiendo a fuego bajo hasta que veamos que la
bechamel empieza a hervir. Paramos el fuego, la removemos un poco más
y añadimos la mezcla picada que teníamos reservada, removemos bien,
y añadimos a continuación la sal, la pimienta y la nuez moscada. La
cantidad de estos aderezos va a gusto. Vais probando.
Tapamos la olla con film transparente
intentando que el film toque toda la superficie de la bechamel, para
que cuando se enfríe el relleno no haga costra. Dejamos enfriar y
metemos la cazuela en la nevera hasta el día siguiente. De esta
forma el relleno se hará más sólido con lo que podremos trabajarlo
mejor.
Con una cuchara iremos cogiendo
porciones y le daremos forma con las manos. Las pasamos por pan
rallado, seguimos dando forma, las pasamos ahora por huevo batido y a
continuación otra vez por pan rallado.
A partir de aquí ya están hechas.
Las podéis freir de inmediato o congelar. Si las congelais, hacedlo
inicialmente poniéndolas en bandejas o en el cajón del congelador
dejando separación entre croqueta y croqueta. Y luego una vez
congeladas ya podéis guardarlas todas juntas en bolsas en el
congelador. Si las congeláis todas juntas en una bolsa corréis el
riesgo de que luego eso se convierta en un amasijo imposible de
separar.
¡Y a disfrutar!
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