9 de junio de 2014

Croquetas de champiñones y bacon


Después de unos meses de mucho ajetreo, y con una cocina nueva, volvemos a la carga con nuevas recetas. Aquí en el blog no se nota, pero soy una loca de las croquetas. Están tan buenas, todas ellas. Me gustan los sabores clásicos pero también me encantan los nuevos. Así que cuando me lio a hacer, me decanto por estos últimos, los clásicos se los dejo a mi madre y mi suegra.

Había hecho ya croquetas de setas, y buscaba un sabor diferente y se me ocurrió, añadirle a las setas, en este caso champiñones, un poco de bacon, para darle ese punto diferente. Puedo decir que esta receta es mía, hecha a base de recalcular la mezcla de harina y leche para conseguir que la bechamel del relleno tenga esa textura perfecta de cremosidad y relleno. No sé si lo he conseguido, pero creo que se acerca mucho a lo que busco. Recetas como esta las encontrareis en muchos blogs de cocina. Esta no de deja de ser una más, pero la mía.
Así que, ¡ahí va!



Ingredientes (para unas 70 croquetas)
650 g de champiñones
240-250 g bacon en tiras (usé dos paquetitos del mercadona de estos que van unidos, de 120 g cada uno)
1 l de leche
140 g de harina
100 g de mantequilla
sal
nuez moscada
pimienta negra

Elaboración
Lo primero que hay que hacer es limpiar los champiñones. Los pongo en agua y los enjuago un par de veces, incluso lavando bien cada champiñón, si es necesario. No soporto encontrar restos de arena en la comida. Los picamos burdamente en trozos grandes si no es que los habéis comprado ya laminados. Cogemos una cazuela, aquella donde vayamos a cocinar luego el relleno de las croquetas, y echamos el bacon que ya se encuentra a tiras, y lo salteamos un poco. No necesita aceite, porque el bacon ya desprende grasa suficiente y a continuación echamos los champiñones. A fuego fuerte dejamos que se cocinen y se evapore todo el agua que suelten. Una vez el agua se haya evaporado rectificamos de sal y dejamos que se cocinen un poco. A continuación lo pasamos todo por la picadora y reservamos. Usamos la picadora y no la batidora porque lo que queremos es que queden trocitos pequeños que podamos encontrar luego en la croqueta. 
 
En la cazuela que hemos usado antes echaremos la mantequilla y la cocinamos a fuego medio para que se vaya deshaciendo. Una vez deshecha y bien caliente, apartamos la sartén del fuego o lo bajamos al mínimo, y le echamos la harina previamente tamizada, removemos bien y volvemos a poner al fuego (o lo subimos un poco). Seguimos removiendo bien para que se cocine un poco la harina, y a continuación y sin dejar de remover iremos añadiendo la leche que previamente habremos calentado ligeramente. La añadiremos cazo a cazo. Y seguiremos removiendo a fuego bajo hasta que veamos que la bechamel empieza a hervir. Paramos el fuego, la removemos un poco más y añadimos la mezcla picada que teníamos reservada, removemos bien, y añadimos a continuación la sal, la pimienta y la nuez moscada. La cantidad de estos aderezos va a gusto. Vais probando. 

 
Tapamos la olla con film transparente intentando que el film toque toda la superficie de la bechamel, para que cuando se enfríe el relleno no haga costra. Dejamos enfriar y metemos la cazuela en la nevera hasta el día siguiente. De esta forma el relleno se hará más sólido con lo que podremos trabajarlo mejor.

Con una cuchara iremos cogiendo porciones y le daremos forma con las manos. Las pasamos por pan rallado, seguimos dando forma, las pasamos ahora por huevo batido y a continuación otra vez por pan rallado.
A partir de aquí ya están hechas. Las podéis freir de inmediato o congelar. Si las congelais, hacedlo inicialmente poniéndolas en bandejas o en el cajón del congelador dejando separación entre croqueta y croqueta. Y luego una vez congeladas ya podéis guardarlas todas juntas en bolsas en el congelador. Si las congeláis todas juntas en una bolsa corréis el riesgo de que luego eso se convierta en un amasijo imposible de separar.

¡Y a disfrutar!

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